Pany me mandó de regalo un libro apelando a esa lógica estupenda del porque sí: no es el aniversario de la venida al mundo de mi ego; tampoco una efeméride vulgar parida por el comercio o un chisme de la historia universal. Me envió palabras e ideas de Nietzsche sin siquiera hablar conmigo. Solo infiltró entre las primeras hojas "un gran abrazo" en tinta negra y letra de imprenta mayúscula.
"Nuestras mentes rechazan la idea del nacimiento de una cosa como nacida de su contraria", leo y pienso en las mentes binarias, peligrosas, maniqueas. La idea de que solo haya dos opciones, dos perspectivas posibles, desde el principio me aburrió. Luego me pareció ingenua; por último malvada.
"Habrá que esperar la llegada de una nueva especie de filósofos, diferentes en gustos e intereses a sus predecesores: filósofos del peligro quizá, en todos los sentidos de la palabra". Quizá la duda no sea signo de estupidez, ni el silencio equivalga a vacío. Quizá relativismo sea admitir como relativo el concepto de seguridad.
Cierro el libro. Solo leí dos páginas; yo las leía mientras ellas reescribían en mí. Apago el velador con toda la intención de hundirme mansamente entre sueños. Si lo cruzo a Pany le daré un abrazo, aunque no le importe.