lunes, 18 de junio de 2007

Noche de susurros melodiosos

Viernes 15 de Junio, 21:30 horas. El estadio Orfeo continúa con las luces de sus gradas encendidas pese a que para esta hora fue anunciado el comienzo del espectáculo. Alrededor de 3500 personas observan la cantidad de gente que continúa ingresando con una despreocupación tal que hace sospechar, por un instante, que ellos suponen su presencia como indispensable para que el artista pueda empezar.

La ansiedad genera un murmullo in crescendo. El artista que ha despertado esta entusiasta espera es uno de los representantes más importantes de la generación de cantautores surgida en España allá por los años 60. Músico, escritor y pintor, Luis Eduardo Aute aborda este mundo desde una mirada cargada de lúcida ironía y crítica mordaz, en la cual nunca está ausente el humor, la melancolía, lo inescrutable del azar y el erotismo como bálsamo y trinchera.

De repente se oscurece la sala y el murmullo se inhibe. Sobre el escenario, en el primer plano, solo una guitarra, una banqueta y una pequeña mesa. Atrás los instrumentos de los virtuosos músicos que lo secundan. A su lado, el espacio desde el cual una bella mujer lo acompañará en los coros con una voz hechizante. Sobre la mesa, una copa de vino. Así se preanunciaban dos características de la velada: intimidad y sencillez. En el escenario en penumbras, más precisamente desde el costado izquierdo (como no podía ser de otra manera…) aparece la figura delgada del músico filipino-español generando estruendosos aplausos.

La presentación de "A día de hoy", su nuevo disco, se plasma en la primera parte de un concierto en el que fluyen letras logradas, acordes armoniosos, voces profundas y anécdotas, comentarios e introducciones que acentúan el carácter intimista. El sexo es uno de los protagonistas indiscutidos de la velada. Entre el público hay sorpresas para quienes no lo conocían y asistieron tentados por una de las tantas invitaciones que la organización regaló; pero aquellos seguidores del Aute de siempre, no desconocieron al cantautor en su nueva obra y se lo hicieron saber con efusividad.

Entre los puntos creativos más altos de su reciente material, sobresale el homenaje al movimiento surrealista plasmado en la canción "J´ecris ton nom", una fusión embriagadora entre música gótica, nombres propios y frases susurradas en francés. Otro momento de enorme caudal estético fue la interpretación de "Tríptico de luces y sombras", una inteligentísima dialéctica entre la obra de Goya y la de Velázquez cuya síntesis la compone Picasso y su "pintura eterna".

El concierto continuó con un repaso de aquellas canciones que lo hicieron conocido y reconocido tanto en su país natal como en toda Latinoamérica. Este fue un momento en el que Luis Eduardo Aute contó con un numeroso coro que lo acompañó animadamente cantando. Evocando.

En su última salida, cuando el público creyó abortada la posibilidad de un último pedido ante la prepotente luz de los reflectores, su lánguida figura se ubicó solo frente al micrófono provocando el regreso de los más escépticos que ya iban por las escaleras. Todos en desorden, parados e iluminados en exceso escucharon, escuchamos, una conmovedora versión de "Al alba" a viva voz. Una despedida memorable. Definitiva.

Luego de dos horas quince minutos, cuatro vises y múltiples ovaciones finalizó la presentación de este indiscutible creador de canciones concebidas para senti-pensar, según el apropiado término rescatado por Eduardo Galeano.

Los primeros minutos del sábado encontraron el auditorio del Orfeo repleto de papeles de caramelos, vasos de cartón abandonados y gente que se demoraba en retirarse, como si le costara desprenderse de los ecos del espectáculo.
Al salir, hacía más frío del soportable.

1 comentario:

Paulo dijo...

Los comentarios sobre una entrada en un blog, guardan analogía con la memoria sensible ausente en los seres humanos. Es singular la apasible excitación que inundó las butacas aquella noche. Hoy mi memoria se une a tu entrada en este blog y agrega: "A los ecos de aplausos y papeles de caramelo hay que sumarle aquella inundación en las butacas, en estado líquido... "Mojandolo Todo".

Saludos Fran. me gustan tus escritos