jueves, 31 de mayo de 2007

Noche de cine: Volver y después...

-No me digas eso Raymunda…que mes vas a hacer llorar…

y los fantasmas no lloran.

Salí del cine con la sensación de estar asomándome desde adentro de mi propio cuerpo; más precisamente desde los bordes de mis ojos. Todo es más leve: la gente y sus gestos, la puerta de vaivén, el aliento de la noche.

Emprendo mi caminata hacia la calle donde pasan los autobuses; la misma en la cual, durante las frenéticas jornadas laborales parecen pasar TODOS los autobuses que existen. Tal es el estruendo y el frenesí cotidiano. Sin embargo esta noche un extraño silencio perdura pese a que yo me acerco cada vez más al lugar.

Una calma inusual se derrama sobre esta parte del centro de la ciudad, sin que transmita nada sobrenatural: solo calma.

Calma.

Ya en la parada, mientras espero, las múltiples conversaciones y el estrépito de los vehículos atentan contra esta noche especial. Yo continúo asomándome desde una mirada que siento distinta.

A través de la ventanilla pasan escenas inconexas que transmiten una profunda tristeza: una ventana cuadrada, enrejada, iluminada en exceso desde adentro, en el medio de una cuadra de fachadas oscuras; como una pequeña pantalla indiscreta tras la cual una señora mayor espera vender algo, a alguien, a la hora en que otros están ya en su casa cómodamente; una barriada pobre, más ventanas, centelleos de un brillo uniforme, rítmico: televisores. Destellos coordinados, silencio y…la noche nuevamente goteando rutina.

1 comentario:

Maxi Peñéñory dijo...

Bienvenido a la blogósfera! Tu blog ya está agendado en mis favoritos. Un abrazo grande.